Los alimentos influyen en nuestra salud. La OMS reconoce que el 80% de las “enfermedades de la civilización” tienen que ver con una dieta insalubre y con malos hábitos alimentarios. La respuesta es una dieta ecológica, local, lo más vegetal y artesana posible. Y también es necesaria una actitud de gratitud para con el alimento y la tierra.
No encontrarás la salud en la sociedad, sino en la Naturaleza. A menos que nuestros pies se planten por fin en medio de la Naturaleza, todos nuestros rostros acabarán pálidos y lívidos (Henry David Thoreau)
La dieta es muy importante a la hora de buscar el equilibrio de la salud. Las dietas acidificantes, saturadas de azúcares y grasas, de alimentos refinados y contaminados con productos químicos, con mucha proteína animal, conllevan la pérdida del equilibrio de la salud y, tanto a la corta como a la larga, todo tipo de enfermedades, desde cáncer a diabetes, desde obesidad a enfermedades cardiovasculares, desde problemas digestivos o neurológicos a infertilidad. Son tantos los estudios, informes, libros, tesis y ponencias que coinciden en estos datos que no vamos a incidir sobre ello. Hoy, nos interesa más la solución a este problema que profundizar en el origen.
UNA DIETA ECOLÓGICA
Para que una dieta sea realmente sana tiene que ser ecológica. Al menos, en su mayoría. Diferentes estudios científicos de primer orden, llevados a cabo por instituciones y universidades independientes, confirman que los alimentos ecológicos están libres de productos químicos nocivos (salvo contaminaciones posteriores, de posibilidad remota). Esto… si se consumen frescos. Si son elaborados, evitamos además la ingente cantidad de colorantes, conservantes, edulcorantes y otros aditivos químicos que llevan los alimentos “normales”. Pero las virtudes de los alimentos ecológicos no se quedan ahí, algo que ya sabíamos. Ahora, la ciencia nos descubre que, nutricionalmente, son más completos. Según los trabajos de la doctora Dolores Raigón (catedrática de la Escuela Universitaria de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural de la Politécnica de Valencia y Dra. ingeniera agrónoma de esa universidad, una de nuestras mayores expertas en producción ecológica y en calidad de alimentos), “afortunadamente, la conciencia ecológica está presente en las líneas de trabajo de los investigadores, y en este sentido se producen de vez en cuando aportaciones donde se pone de manifiesto el mayor valor nutricional de los alimentos ecológicos. Concretamente en nuestros trabajos, hemos podido concluir que los alimentos ‘bio’ presentan mayor concentración en proteínas (tanto en alimentos de origen animal como vegetal), mayor contenido vitamínico (en frutas y verduras), mayor contenido mineral (en frutas, verduras, y alimentos en grano, como leguminosas y cereales) y mayor nivel de sustancias antioxidantes (en frutas, verduras, y en aceite de oliva)”. Estas virtudes nutricionales ayudan a mantener en nuestros organismos el equilibrio necesario para poder gozar de una salud de hierro.
UNA DIETA LOCAL
La necesidad de consumir productos ecológicos, frescos, de temporada y locales no sólo tiene que ver con el ahorro energético o la protección de los entornos rurales y las economías y culturas autóctonas. Hay más razones, y especialmente en el ámbito sanitario. La ciencia también está descubriendo que necesitamos alimentarnos de alimentos de temporada y locales porque los organismos vivos de los que proceden están expuestos al mismo medio que nosotros. Por tanto, esos organismos vivos, sean vegetales o animales, segregan defensas para hacer frente a las agresiones del medio. Cada vez que nos alimentamos con alimentos locales, pues, estamos absorbiendo pequeñas vacunas que consiguen que nuestro sistema inmunitario esté fuerte y seguro. Por el contrario, si insistimos en consumir productos de otros climas y de otras latitudes, nuestro sistema inmunitario recibe noticias confusas: vacunas para sistemas en los que no vivimos. Por tanto, nuestro sistema inmunitario se desequilibra y ahí está el verdadero origen de las altas tasas de alergias, asmas y otras enfermedades relacionadas con la deflagración del sistema inmunitario, patologías que se han disparado en las últimas décadas, justo con la llegada de la agroalimentación global. Las alergias y los desórdenes del sistema inmunitario están aumentando considerablemente su incidencia en todo el mundo, especialmente entre los habitantes más pobres de las urbes, que comen alimentos muy baratos y desvitalizados. Análisis de las implicaciones biológicas y sociales de tal incremento sugieren que los cambios en la producción alimentaria, transporte y consumo que tienen lugar en todo el planeta podrían estar contribuyendo a estos trastornos inmunológicos. Dado el impacto que los cambios en la dieta pueden estar teniendo en la salud humana, comprender la interacción entre el sistema inmunitario y la alimentación se ha convertido en un asunto destacado e, incluso, urgente. Nuestra inmunidad decrece al tiempo que aumenta la impunidad legal de las grandes corporaciones tecnoalimentarias. Richard A. Cone es biofísico en el Departamento de Biofísica de la Universidad de John Hopkins de Baltimore y uno de los mayores defensores de la relación entre dietas locales y sistemas inmunitarios sólidos o, por el contrario, dietas globales y sistemas inmunitarios endebles.
UNA DIETA VEGETAL
Por otro lado, necesitamos una dieta más vegetal que animal por diversas razones también. Sin llegar a la necesidad de que todos los habitantes del planeta se hicieran vegetarianos, reducir el consumo de proteína animal tendría muchas ventajas: menos sufrimiento animal, reducción del gasto energético, ahorro de recursos hídricos, más zonas cultivables para alimentación humana, menos residuos ganaderos, menos crisis alimentarias como la de las “vacas locas” o la peste porcina… Pero también desde el punto de vista de nuestra salud una dieta más vegetal es incuestionablemente más saludable. Una dieta ovolacteovegetariana (casi) ausente de productos de origen animal ha probado ser un arma extraordinaria contra el cáncer, la diabetes, el Alzheimer, la obesidad, los problemas cardiacos y una larga lista de dolencias. Para el presidente del Comité de Facultativos para la Medicina Responsable (CFMR) de EE.UU., Neal Barnard, la relación entre una dieta muy basada en productos de origen animal es el origen de muchas de las enfermedades de la civilización. Se ha calculado, según animanaturalis.com, que “quien consume productos de origen animal es 10 veces más susceptible a enfermedades del corazón y el 40% más propenso a padecer algún tipo de cáncer y enfermedades renales, osteoporosis y cálculos en el tracto urinario”. Por otro lado, hasta desde la Administración se recomienda ya no comer atún y otros grandes predadores oceánicos, por estar contaminados con mercurio y otros metales pesados. Además, según la OMS, la relación causa efecto entre las dietas muy ácidas y el aumento de todo tipo de enfermedades crónicas… es remarcable. Carne: poca, fresca y ecológica. Menos sufrimiento animal y más buenas vibraciones.
ARTESANÍA Y GRATITUD
También es notorio que, cuanto más artesana es nuestra dieta, más sana es. Los sistemas de producción ecológica son más artesanos, más humanos, menos industrializados, más seguros. La certificación ecológica conlleva controles y un seguimiento de cada alimento. La ausencia de determinados procesos de industrialización, con todas sus tecnologías y procedimientos agresivos y desvitalizadores, en la alimentación ecológica conlleva que, al comprarlos, consumamos alimentos orgánicos elaborados más en consonancia con los ritmos naturales y, por lo tanto, con aquello a lo que están adaptados nuestros organismos. Pero todo lo citado hasta este momento no sería realmente nada importante si, al ingerir los alimentos, no tuviéramos una actitud de gratitud para con ellos, para con la tierra, para con aquellos que han permitido que esos productos lleguen hasta nuestras mesas y para, como dirían los sufis, con el “Amado”; o los taoístas, con el “Tao”. Digamos para finalizar que ayunar de vez en cuando está muy bien para, entre otras cosas, ser conscientes de lo poco que seríamos si no fuera porque tenemos la suerte de poder alimentarnos cada día para estar sanos y fuertes. ¿No debemos mostrar algo de gratitud por todo ello? Si, encima, tenemos la fortuna de poder consumir alimentos ecológicos, locales, de temporada, frescos, artesanos… eso ya es la repera.